Si hay un truco infalible para que un plato festivo pase de «qué rico» a «¿pero tú desde cuándo cocinas así?» es rematarlo con un chorrito de aceite de oliva virgen extra en crudo justo antes de servir. Ese toque final aporta brillo, despierta los colores y deja un acabado elegante que parece sacado de una cocina profesional… aunque lo hayas hecho mientras esquivabas mil cosas en la encimera.
La clave es la precisión: no hace falta bañarlo todo en aceite, solo dibujar un hilo fino o dejar caer unas gotitas estratégicas. Un puré de calabaza apagado se transforma en un plato vibrante, unas verduras asadas recuperan vida al instante, un carpaccio cobra carácter, un pescado al horno parece recién lacado, e incluso una sencilla pasta se vuelve un plato estrella con un toque de aceite de oliva virgen extra.
Y lo bueno es que no solo gana en aspecto: también sabe mejor. Añadido en crudo, el aceite de oliva virgen extra despliega todos sus matices afrutados, verdes o suaves sin que el calor los apague. Perfecto para redondear ensaladas, carnes blancas, quesos, broquetas o cualquier plato que pida un extra de personalidad. Una gota bien puesta y obtienes magia, brillo y sabor en un mismo gesto. ¿Quién necesita trucos complicados teniendo esto?
