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10 trucos para preparar una bechamel alternativa

20 abril 2015

Hacer una buena bechamel es algo, a priori, sencillo que a la hora de la verdad se nos suele complicar en numerosas ocasiones. Desde los clásicos, y a menudo inevitables, grumos, a un sabor excesivamente lácteo o tal vez demasiado harinoso, un exceso o defecto de especias, e incluso una textura o demasiado líquida o más compacta de lo deseado. La bechamel perfecta existe, sí, pero no nos sale. El principal motivo por el que fracasan muchos intentos caseros de bechamel es, generalmente, que la harina no se cuece bien. Por lo tanto no se deshace, y acaba cobrando todo el protagonismo en cualquier plato, llegando a enmascarar el sabor de la nuestras lasañas, croquetas o canelones.

Podríamos decir que la bechamel estándar ideal contiene unos 30 g de harina y 30 g de mantequilla por medio litro de leche, cantidades que podemos variar en función del uso que queramos darle. El secreto es siempre tamizar bien la harina y hacer un rouge con la mantequilla, y una vez ambas estén bien integradas y suficientemente cocidas añadir lentamente la leche, y dejar que la mezcla se vaya cocinando a fuego lento sin dejar nunca de remover.

Sin embargo, lo cierto es que hay numerosas alternativas a esta bechamel clásica que funcionan la mar de bien en numerosos platos, que van a aportar mucha alegría a nuestras recetas y nos van a permitir jugar a nuestro antojo con esta salsa que tanto se nos resiste. Te proponemos algunos consejos para una bechamel alternativa, saludable y muy sabrosa.

1.- Sustituye la leche entera por leche semidesnatada o incluso desnatada. El aporte calórico será mucho menor y además va a ser mucho más ligera y saludable.

2.- También podemos sustituir la harina tradicional por algún otro tipo de harina: desde espelta o maíz hasta una harina de garbanzos, por ejemplo, o incluso de centeno. También podemos escoger una harina de trigo integral, mucho más digestiva.

3.- Reemplazar la mantequilla por aceite de oliva virgen extra es una opción ideal en numerosos casos, ya que el excesivo sabor a mantequilla puede arruinar algunos guisos. El proceso de elaboración será exactamente el mismo que el de la bechamel tradicional, simplemente que la harina tiene que fundirse con el aceite, para posteriormente añadir la leche, ya caliente, siempre muy lentamente.

4.- Quienes estén a dieta o deseen cuidar su línea pero no por ello quieran renunciar a los encantos de una buena bechamel pueden optar por una solución baja en calorías y muy efectiva: sustituir la leche por un caldo ligero de verduras, incluso por uno de pollo. Esta solución es perfecta, por ejemplo, para croquetas, ya que una bechamel ligera y poco calórica compensará las calorías que inevitablemente vamos a darle al freírla.

Si optamos por este tipo de bechamel podremos jugar a nuestro antojo con los ingredientes: un caldo suave de pescado será perfecto para unas croquetas de pescado, mientras que las croquetas cárnicas, por ejemplo, nos pedirán a gritos un caldo con un hueso de pollo o jamón, y una lasaña de verduras será la compañera perfecta de viaje de una bechamel elaborada con caldo de verduras.

¿Un secreto para hacer una bechamel ideal para unas croquetas de ibérico? Aunque escojamos la fórmula clásica, es interesante infusionar la leche con un hueso de jamón durante una horita antes de elaborarla, a fuego lento. Este simple gesto va a marcar la diferencia.

5.- ¿Bechamel con cebolla? Sí, gracias. Unas cebollitas bien pochadas con el aceite o la mantequilla, antes de incorporar la leche, van a aportar a nuestra criatura un sabor inconfundible, especialmente si somos de aquellas personas a las que no nos fascina el sabor de la bechamel.

6.- También podemos sustituir la leche de vaca por alguna bebida vegetal alternativa, una opción recomendable para todo el mundo, pero en especial para todos aquellos con algún grado de intolerancia a la lactosa. La leche de soja, de contundente sabor, no es la mejor opción, pero sí lo sería, por ejemplo, una bebida vegetal de arroz, con un gusto mucho más discreto. Es algo más líquida que la leche de vaca, de manera que probablemente tendremos que incrementar levemente la cantidad de harina, pero también va a ser muchísimo más digestiva. Otra gran opción, muy saludable, es la leche de avena, que si nos animamos podemos preparar en casa de forma rápida y sencilla.

7.- Los muy queseros pueden incorporar queso a la bechamel, sea cual sea la opción que elijan. Desde un queso rallado que se irá fundiendo con el conjunto a unos quesitos, que pueden ser desnatados si lo que deseamos es mantener a raya las calorías de nuestra salsa.

8.- Si queremos innovar siempre podemos preparar, por ejemplo, una bechamel al curry. Basta con añadir un poco de curry al final y ya la tendremos. En este sentido, este consejo debe aplicarse a todas las especias: la bechamel se condimenta al final, ya que si lo hacemos antes de añadir la leche es muy fácil que nos equivoquemos en las cantidades. Las especias a utilizar son de lo más variado, dependen en realidad de cada persona, pero nosotros apostamos por la clásica pizca de nuez moscada, o bien un poco de clavo o de pimienta negra.

9.- La nata también está permitida en el mundo de la bechamel, siempre que la utilicemos con tino y siempre en función de la receta que nos traigamos entre manos. Basta con sustituir un porcentaje de leche por el mismo de nata, y nos quedará una bechamel mucho más densa y contundente, perfecta para platos como una coliflor gratinada al horno, por ejemplo, y no tanto para lasañas, en las que encontramos muchos ingredientes y la bechamel debe ser lo más discreta posible, tirando a líquida.

10.- ¿Y si probamos sin bechamel? Otra opción es eliminar directamente la bechamel de muchos platos. Cada vez más hallamos en los recetarios modernos algunas opciones para preparar lasañas y canelones, incluso croquetas, sin bechamel. De hecho, en muchos casos no es necesaria, y en el caso de las croquetas, por ejemplo, hay otras maneras de ligar los ingredientes que no tienen por qué implicar el uso de esta salsa.

11.-Es una opción controvertida, que hay que utilizar con mucho tino, pero que a muchos les pierde: una bechamel con tomate triturado. Cuidado porque su sabor puede modificar el gusto del plato que nos traigamos entre manos, aunque también es cierto que muchos platos de pasta, con algo de carne o verduras y este tipo de bechamel, gratinados al horno con queso, son una delicatessen de alto nivel a la que es imposible resistirse.

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