Lechuga, tomate, maíz, cebolla… ¡Que estamos en el siglo XXI! Si para ti una ensalada todavía consta de esos ingredientes es que ha llegado el momento de mirar al futuro, hacia una nueva era en que se pueden incluir garbanzos, quinua, cuscús, pasta, arroz, acelgas, lentejas o, en fin, lo que te venga en gana. ¡Sal del ostracismo y apúntate de una vez a las ensaladas sin lechuga! Aquí van algunas ideas para alegrar tu táper (y tu existencia).
Quinua. Es un superalimento como pocos, un carbohidrato muy completo a nivel nutricional, y de absorción lenta. Según sus detractores, su punto débil es que resulta insípida. Y tal vez tengan razón, pero vamos a procurar ver el vaso medio lleno: aprovechemos el sabor discreto de la quinua para combinarla con los más diversos ingredientes. ¿Quieres ideas? Cebolla, pepino, tomate, zanahoria, aguacate, semillas de sésamo y una salsa de yogur ligera. ¿Se te ocurre mejor ensalada improvisada?
Cuscús. Pocas oportunidades solemos dar a este cereal versátil donde los haya, que al final acabamos comiendo únicamente en los restaurantes árabes acompañado de pollo, garbanzos y verduras. El cuscús funciona a las mil maravillas en ensalada, y lo puedes combinar con los más diversos ingredientes. Te proponemos prepararlo con queso de cabra, garbanzos, aguacate, rabanitos, maíz, un toque de cilantro y tomates cherry, con aliño de aceite de oliva virgen extra y vinagre de manzana.
Pasta. Farfalle, fusilli, penne rigate… son ideales para improvisar una ensalada de pasta en cualquier ocasión. Lo bueno de este plato es que no requiere salir a comprar, pues basta con que abramos la nevera y le echemos imaginación: queso fresco, huevo duro, atún, zanahoria, maíz, tomate, salmón ahumado e incluso pechuga de pollo cortada en daditos. ¿Buscas una receta original? Langostinos, queso feta, un puñado de frutos secos, brócoli cocido, un chorro de aceite balsámico de albahaca fresca… y ya tendrás una señora ensalada de pasta, muy equilibrada y consistente. ¡Y deliciosa, claro!
Espinacas y acelgas. Hay alternativas más allá de las clásicas hojas de lechuga: las espinacas y las acelgas, además de ser un manantial de ácido fólico y vitaminas, tienen poquísimas calorías y son nutritivas a más no poder. ¿A que normalmente las consumes hervidas con patata y zanahoria o incluso en empanadas o lasañas? Pues si te animas a comerlas crudas aprovecharás todos sus beneficios. En época primaveral, son perfectas con frutas de temporada, como fresas, a las que puedes añadir un poco de aguacate, tomates, queso azul y unos piñones tostados. Remata la tarea con unos picatostes y ya tendrás el platazo de la temporada.
Legumbres. Garbanzos y lentejas son, probablemente, los alimentos a los que menos partido sacamos. Solemos olvidarnos de ellos más allá del plato de cuchara, sin tener en cuenta que un tarro de legumbres cocidas nos puede salvar la vida en más de una ocasión. Nuestra sugerencia para una sencilla ensalada de lentejas, refrescante y fácil, es la siguiente, aunque lo que manda es la imaginación de cada chef: maíz, atún, cebolletas, aceitunas cortadas en daditos y una buena vinagreta (o un chorro de aceite de oliva a la corteza de limón). Otro recurso excelente, que además aportará a nuestro organismo una buena dosis de proteína sin necesidad de comer carne, es combinar las lentejas con arroz (prueba con el basmati); sírvelo con el acompañamiento que prefieras, desde coliflor cocida a tofu.
Arroz. ¿Qué decir de uno de los alimentos más versátiles y consumidos en todo el mundo? Con un tarro de arroz en casa no nos van a hacer falta los precocinados. Si te apetece algo exótico, prepara un poke bowl: una completa receta de origen hawaiano que consiste en una base de arroz, pescado crudo (unos daditos de atún, por ejemplo), algún superalimento (como col rizada o aguacate) y lo que te venga en gana: brotes de soja, manzana, apio, rábanos… Completa esta maravilla de la naturaleza con un chorro de aceite de oliva virgen extra y no necesitarás nada más para ser feliz.