Está ampliamente demostrado que llevar una alimentación equilibrada es una de las más importantes vías del bienestar físico y mental. Ignorar su influencia directa sobre la salud es ignorar el poder que nutrientes (hidratos de carbono, grasas, proteínas, vitaminas y minerales), fibra o agua tienen para mantener el buen funcionamiento de nuestro organismo.
Es por ello que tener en cuenta una serie de hábitos saludables e integrarlos a nuestra rutina diaria es algo que el cuerpo agradecerá. La alimentación es la mejor de las medicinas preventivas, ¡toma nota!
1. Sigue una dieta variada, que no deje de lado ninguno de los diferentes grupos de alimentos, pues todos tienen una misión y los nutrientes que aportan son imprescindibles para que nuestro cuerpo funcione de 10 por dentro. Por ejemplo, los hidratos y grasas aportan la energía necesaria para las funciones vitales y la actividad física, las proteínas mantienen los tejidos, las vitaminas y minerales regulan las funciones del organismo…
2. El colesterol ¡a raya! Consume grasas saludables ―insaturadas― que encontrarás en productos como el aceite de oliva o frutos secos, en vez de las grasas saturadas (embutidos, lácteos sin descremar…), y elimina en la medida de lo posible las grasas trans (bollería industrial, margarina…).
3. No te saltes ninguna comida principal. El desayuno debe ser variado y completo ―con lácteos, fruta u hortaliza y cereal― para arrancar el día con las pilas bien cargadas. Los carbohidratos mejor en las comidas (para evitar acumular energía que no vamos a quemar) y las cenas ligeras. ¡Ah! Y recuerda tomar un tentempié en forma de fruta o yogur a media mañana y en la merienda.
4. Incorpora fibra a tu dieta. No olvides las 5 piezas de fruta y verduras diarias recomendadas, ni las legumbres o los cereales. La fibra no se considera nutriente porque no colabora con los procesos internos del organismo, sin embargo, desempeña un importante papel dentro de las digestiones.
5. Bebe agua. El ser humano tiene una necesidad vital de hidratación y hay que beber agua regularmente a lo largo del día, incluso antes de tener la sensación de sed. De litro y medio a dos litros sería una cantidad diaria adecuada, dado que también ingerimos agua en otros alimentos como frutas y verduras.