Es posible, o mejor dicho, es casi seguro que, si te acostumbras a comer un poquito de chocolate cada día, termine enganchándote. ¿Cómo saber si es así? Porque sientes un gran placer cada vez que lo pruebas y porque sufres un levísimo síndrome de abstinencia (¿cierto nerviosismo?, ¿un poco de ansiedad?) cuando se te acaba y no puedes tomar tu dosis diaria. Existe una razón científica: el chocolate contiene varias sustancias químicas que estimulan el sistema nervioso y generan placer, lo que puede derivar en adicción.
Uno de esos componentes es la anandamida, que crea una agradable efecto de relax. El otro es la encefalina, que genera en el cerebro una sensación de placer similar a la del opio y la morfina. Y hay más: la feniletilamina desencadena sensaciones que los científicos comparan con la del enamoramiento. Y la textura del chocolate derritiéndose en la boca libera endorfinas, causantes de aportar bienestar y alegría al cuerpo. ¿Te tomas otro trocito?