El gran dilema. Creemos que el aceite está listo y nos damos cuenta de que no es así cuando ya hemos incorporado los alimentos. O bien acaba por salir humo y entonces entendemos que hemos dejado pasar demasiado tiempo.
Para que esto no ocurra es tan fácil como acercar la palma de la mano (¡sin tocar el aceite!) y comprobar que la temperatura está subiendo. Entonces, sirviéndonos de una cuchara de palo, confirmamos que se generan unas burbujas a su alrededor cuando la introducimos en el aceite. También podemos hacerlo con un poco de pan o con alguna porción de los alimentos que vayamos a cocinar. En la burbuja está la clave. El aceite estará listo.