No es nada nuevo, pero en los últimos tiempos se ha hecho muy popular en Estados Unidos y ya es tendencia en medio mundo. El kale no es otra cosa que una variedad de col de hojas verdes y carnosas, conocida como col rizada o berza china. Pertenece a la misma familia que el brócoli, los berros o la rúcula y destaca por su alto contenido en nutrientes, lo que le ha valido el apelativo de superalimento.
Es más rico en calcio por caloría que la leche, con el añadido de que se absorbe mejor, y tiene más hierro por caloría que la carne de vacuno. Excelente fuente de ácidos grasos omega 3, 6 y 9, de vitaminas y antioxidantes, es además un buen aliado natural antinflamatorio y protector del sistema inmunológico.
Con esta presentación, es lógico pensar que se haya puesto de moda y que habite cada día en más despensas. Ahora bien, ¿cómo cocinarlo? Te dejamos algunas ideas para que le saques todo el partido:
Licuado de hojas verdes.
Una taza de kale, una taza de espinacas, 2 apios, 3 kiwis y 2 naranjas. Todo a la licuadora y tendrás un estupendo elixir detox cargado de nutrientes.
Chips de kale al horno.
Retira los tallos centrales y corta las hojas en tiras de unos 5 centímetros. Colócalas en una bandeja de horno (precalentado a 220 °C) y rocíalo con 1 cucharadita de aceite de coco y 2 de aceite de oliva virgen extra (por cada 500 g de kale). Salpimentar y espolvorear semillas de sésamo. Asar al horno 10 minutos por cada cara. Tendrás unos saludables y crujientes tentempiés.
Las hojas más pequeñas y pálidas serán perfectas para utilizar en ensaladas, mientras que las grandes y oscuras lo serán para incorporar a guisos.
En repostería.
¿Por qué no? Añade unos 200 g de hojas de kale hervidas y trituradas a la mezcla de un bizcocho, junto a la carne de dos manzanas. Verás qué rico.
Pastas, tartaletas, pizza…
No hay que tener miedo al kale. Úsalo como usarías unas espinacas, por ejemplo. Como relleno de quiches, pasteles salados o tartaletas, fresco sobre una pizza, rehogado para acompañar una pasta, quinoa o arroz.