Las espinacas frescas abultan mucho, pero cuando las cocinamos su volumen se reduce considerablemente. En el momento de echarlas en la sartén parece que no vayan a caber, pero en pocos segundos se consume el agua que contienen y se condensan.
Si no tenéis espinacas frescas las podéis substituir por espinacas congeladas. Sin embargo, tened en cuenta que, si en el caso de las frescas habéis usado 1 kg, en el de las congeladas necesitaréis la mitad.